Pensando el día 0

En pleno período de aislamiento por la pandemia de Coronavirus, pienso en el día 0. Cuándo y cómo será el día que todo esto haya pasado, ese día en el que todo esto sea historia. ¿Qué pasará con las empresas y consecuentemente con nuestra actividad?

Revista IF N°19
Por: Daniel Daza Prado, Mercedes Figallo, Roly Boussy – Grupo Boussy

Lo primero que pienso es que nada volverá a ser igual que antes. La vida post pandemia, estará signada por este evento inédito. No tiene sentido imaginar un escenario que replique las condiciones del pasado, porque estas yo no volverán a existir, por lo menos en el mediano plazo. Si es que se repiten, lo harán después de un tiempo considerable, cercano a un ciclo vital y así y todo, todas las variables serán diferentes.

El pasado no se puede replicar pero pasó, existió, y dejó sus marcas. En principio convenimos en llamar día 0 al primer día post pandemia, aunque tal vez el día 0 sea hoy y tal vez mañana la historia determine que este acontecimiento dio origen a una nueva era, fue el punto de partida de un nuevo orden. 

Mañana cuando todo esto pase, ya estaremos transitando el día 1, porque el cero  en todo es este momento. Al salir vamos a tener el contador en otro número, ojalá fuera el cero, pero creo que vamos a estar más alto en la escala y no sabemos dónde. Ahí está el problema, vamos a salir del cero y tendremos que llegar en un día al… quien sabe 100, 1000.

Edmund Burke, el gran escritor irlandés del siglo XVIII decía “No se puede planear el futuro según el pasado”. Tendremos que imaginarlo creativamente.

La segunda cuestión, es que creo que la normalidad, o la nueva normalidad, vendrá en algún momento, pero el lapso hasta ese momento, no se contará en días ni en semanas, sino en meses. El periodo de lucha intensa contra el virus nos llevará seguro los 6 meses de otoño – invierno, con lo cual ya estaremos arribando a octubre antes de empezar a establecer el nuevo escenario. Para ese entonces, las empresas, deprimidas y anoréxicas, poco tiempo tendrán para pensar en algo más allá que buscar la forma de restablecer las condiciones mínimas para sobrevivir (las que lo hayan logrado). El último trimestre será reparador, austero y conservador. Fin de año. Trimestre de verano y llegamos a abril de 2021, mes en el que si todo marcha más o menos bien y nadie se come algún nuevo bicho raro infectado en algún lugar del planeta, podremos empezar la reconstrucción.

Creo que el escenario económico será, dentro de la trilogía descripta por los especialistas de Harvard, V – U – L , el enunciado por la peor de las tres hipótesis, el L (Escenario 3). La actividad en 2021 tendrá una recuperación, pero no alcanzará los niveles del 2019 y además lo perdido, perdido estará y no se recuperará. Lo no facturado en 2020 no volverá. A nivel economía global es poco probable que ocurra, pero pensando en nuestra práctica, es casi seguro que ocurrirá.

imagen 2

¿Qué será de la vida de la capacitación para entonces?

Podemos asumir que el desarrollo de capacidades, sobre todo comerciales, será clave para la recuperación, con lo cual se debería dar un panorama de empresas ávidas por capacitar a su personal para que desarrollen las capacidades que les permitan la recuperación en el nuevo contexto.

Sí, sería así si el mundo fuera lógico, racional y justo, pero no lo es. En capacitación se da la contradicción que implica que en plena pandemia, usualmente deciden ahorrar en medicamentos (interesante figura descriptiva).

Las empresas no suelen capacitar cuando las cosas están mal. Por lo general ponen  a la capacitación como un gasto, que debe ser racionalizado, a nivel del café y las fotocopias. No logran ver, o no hemos logrado demostrar, la utilidad de la capacitación en momentos de crisis y que el dinero destinado retornará con creces, que se trata de una inversión y no de un gasto. En el discurso casi todos lo tienen incorporado, pero a la hora de asignar presupuestos, la capacitación suele quedar desnutrida y postergada.

La actividad de capacitación se recuperará más lentamente que la rentabilidad de las empresas, con lo cual habrá que pensar que en el mejor de los casos tendremos un año 2021 a nivel del 2019 o menor. 2020 habrá que pilotear la escasez y la inactividad con mucho ingenio y austeridad.

Será clave que la oferta entienda que la capacitación debe verse rápidamente evidenciada en resultados cuali y cuantitativos, a la mayor brevedad posible, casi de inmediato, aunque suene utópico. Cualquier actividad que no conecte con resultados, será obsoleta, aunque no hay que olvidar que va a hacer falta motivación para la reconstrucción, para actuar en el nuevo escenario. Y ahí el valor de nuestra actividad, con las debidas mediciones de su impacto, de su ROI son claves.

No nos olvidemos de Elton Mayo y sus trabajos sobre la influencia del entorno laboral en la productividad:

“Mientras el comercio se especialice en métodos comerciales que no tengan en cuenta la naturaleza humana y los motivos sociales, podemos esperar que las huelgas y el sabotaje sean el acompañamiento ordinario de la industria.

“Bienestar del empleado: Estamos en el umbral de una nueva era en la que la atención y el interés comienzan a cambiar de … cosas con las que se trabaja, al trabajador; desde la maquinaria de la industria, hasta el hombre que la fabricó, posee u opera”.

Desarrollo de capacidades de gestión concretas sí, teorización y palabrerío vacío no.

En ese contexto, serán fundamentales dos capacidades: las comerciales y las del liderazgo. Las primeras como herramientas táctico estratégicas de ataque y las segundas para reconstruir la amalgama social – cultural – estratégica de la población de colaboradores en las organizaciones, que estarán fuertemente afectados no sólo en lo personal por la pandemia, sino por los efectos colaterales de la misma, a nivel estructural.

En cuanto a lo metodológico, creo que se dará un debate profundo, mucho más que hasta ahora, entre la metodología virtual y la presencial, aunque sea éste, en el fondo, un falso debate.

Lo virtual siempre estuvo presente, aún antes de las tecnologías digitales. El libro es un dispositivo de virtualización del aprendizaje, la tarea, el homework, también! Por eso lo que tiene que ocurrir es la integración, la apertura de nuevas alternativas que permitan a cada persona aprender a su propio ritmo: algunos usando el celular viendo videos, otros con sus computadoras resolviendo secuencias de e-learning, no faltarán quienes prefieran leer el manual en papel y por supuesto todos en algún momento en un curso presencial o una charla F2F con un tutor. 

La metodología virtual es heredera de la Educación a Distancia y siempre ha querido librarse de la tiranía de las tecnologías buscando espacios que le permitan lograr la famosa interactividad humana que se da en los encuentros presenciales. Un vínculo muy difícil de lograr hasta el momento sino es con modelos híbridos que integran múltiples medios (narrativas transmediales). No olvidemos que en las organizaciones  hay cada vez más jóvenes y ellos definitivamente aprenden distinto a nosotros.

Por un lado, el confinamiento obligatorio puso en evidencia la utilidad de las herramientas virtuales. Hay millones de cursos on line, videos, podcasts, webinar, reuniones virtuales, etc, etc. Nada hubiera sido igual sin esas herramientas. Nos salvaron del tedio y del espanto del aislamiento total. A partir de esta experiencia podemos asumir que la herramienta saldrá fortalecida post cuarentena.

Hoy nos están salvando del aislamiento total y nos encontramos experimentando su potencial. Pero también esta circunstancia  confirma que la calidad de tiempo real compartido con otros es superior e irremplazable. Es parte de nuestra composición humana y de nuestra forma de vivenciar el tiempo, de anclar recuerdos y construir memoria individual pero en relación siempre, a lo colectivo.

Los lazos, afectos, la ceremonia de compartir tiempo-espacio nos completan y potencian nuestras capacidades, y la de aprender sin dudas.

Por otro lado, esta situación nos enfrenta mucho más crudamente aún (porque ya lo venimos viviendo en diferentes grados) al lado b de la tecnología, vehiculizada por todas las herramientas digitales/virtuales: la sobre y des información, que en el medio de una pandemia, es de lo más cruel que existe.

Además la comunicación virtual, no logra cubrir esa sensación de soledad (obviamente potenciada por el aislamiento), es solo funcional y operativa para resolver cuestiones laborales, intercambiar novedades familiares, etc.  

En síntesis creo que todo esto va a desidealizar las herramienta virtuales, bajarlas del pedestal y verlas como lo que realmente son: herramientas útiles para algunas cuestiones y situaciones.

En los primeros tiempos posteriores a la pandemia, es muy probable que las empresas apelen a estas herramientas, en parte porque invirtieron en ellas, en parte porque son simplificadoras de procesos una vez internalizadas y además porque la sensación de valor percibido estará muy fresca en los meses siguientes a la pandemia.

Ahora bien, después de ese periodo inicial, que puede llevar todo un año (tal vez todo el 2021), los sedimentos emocionales irán decantando y la razón podrá expresarse con más claridad.

Tres Consideraciones

Tres consideraciones: una tiene que ver con el valor de la herramienta, otra con la naturaleza del fenómeno de capacitación y el último con la naturaleza humana.

Las herramientas son útiles para lograr un objetivo en un determinado contexto. Un matafuegos, por ejemplo, es fantástico durante un incendio, pero esa utilidad no lo proyecta en ausencia de fuego. Hay que tenerlo, pero para cuando sea necesario. Más allá de la situación de aislamiento, las herramientas virtuales disminuyen su utilidad, no la pierden por completo, pero dejan de ser la mejor opción para las necesidades vinculadas a la capacitación. Siguen siendo muy útiles para comunicar, informar, explicar, demostrar, etc., y deben incorporarse como un componente del proceso, pero no son universalmente útiles ni excluyen a otros componentes. Creo que ocuparán un lugar importante, y es muy bueno y lógico que así sea, pero para cumplir las funciones que determinen su supremacía frente a las herramientas presenciales. Como explicamos antes, creo que en el mundo de las empresas, la tendencia es hacia las herramientas presenciales. La llamada plataformización de la capacitación es un fenómeno que seguramente se verá acelerado luego de esta pandemia. Y es cierto que existen muchas críticas al e-learning, pero su capacidad para cuantificar el proceso de aprendizaje y controlar la evaluación, entre otras cosas, hace que la mentalidad empresarial se fascine con estas formas automatizadas de capacitar. La verdad es que hoy por hoy no creo que exista una supremacía de una forma de aprender sobre otra, sino una multiplicidad de posibilidades para elegir, cada una con su particular aporte.

La segunda cuestión tiene que ver con entender con profundidad el concepto de capacitación. No se trata de la mera transmisión de conocimiento, ni de contar batallas épicas o historias personales noveladas. La capacitación, como hemos dicho, implica el desarrollo de capacidades concretas de gestión en los participantes de la experiencia y esto pone de manifiesto la diferencia sustancial que existe entre el enseñar (método clásico académico) y el aprendizaje (método embrionario en desarrollo).

Aquí entramos en la discusión sobre un tema central, la didáctica (o teoría de la enseñanza).

El tema es complejo, pero básicamente el enseñar significa “mostrar”, que actualmente confundimos con la dominación “transmitir”. El aprendizaje es un proceso relacionado con el proceso de enseñanza (diseñado para lograr el aprendizaje). El aprendizaje se puede dar solo, sin que exista un enseñante, aunque ese rol de “muestra”, de experimentación, de ensayo y error, de búsqueda, lo asume un libro, un video, una charla con alguien, etc.

Es decir, la capacitación implica enseñar para lograr aprendizajes.

Los métodos que se enfrentan son un conductismo transmisivo, que considera que enseñar es depositar contenidos en el cerebro del otro/a; el método centrado cognitivista en el que la experiencia que privilegia el aprendizaje individual por sobre la enseñanza (en este se basa todo el e-learning) y el aprendizaje social constructivista, que se basa en lo grupal, en el intercambio entre novatos y expertos para ocupar alternativamente roles de enseñante y aprendiente.

La capacidad, el sujeto la desarrolla a partir de una experiencia personal, como protagonista excluyente, por un lado integrando lo racional con lo emocional, y por otro lado, en un contexto de intercambio dinámico, interactivo, vivencial y humano. Obviamente si la experiencia humana es deficitaria (monótona, unidireccional, desapasionada, superficial y vacía, será preferible una licuadora a un facilitador, pero si la experiencia de aprendizaje es humana, o sea, con todas las características de la humanidad desplegadas (apasionada, reflexiva, interactiva, emotiva, desafiante, dinámica y viva), no habrá forma de igualarla. Esto es aprendizaje social, práctico, constructivista!

El desafío está justamente en transformar las actividades de capacitación en experiencias de aprendizaje memorables, desterrando los modelos obsoletos y anacrónicos que aún podemos ver en el ambiente académico y empresarial gozando de una relativa (e inexplicable) buena salud.

Finalmente la naturaleza humana. Nos vimos obligados a estar encerrados en nuestras casas por días ¿Cuál es la necesidad más fuerte que desarrollamos en este tiempo?

Poder estar con nuestra gente.

Hice un pequeño test entre amigos y conocidos, clientes y contactos, a los que les pregunté lo siguiente:

“Estando en cuarentena, ¿qué es lo que más desean hacer cuando esto termine? Imaginen el día 0 post pandemia, qué van a querer volver a hacer? “

Mencionaron varias actividades, muchas en ámbitos de mayor libertad, pero casi el 80% de los que respondieron, mencionaron que aquello que querían hacer, lo deseaban hacer con otras personas.

Tuvimos WhatsApp, mail, Skype, zoom, Instagram, Facebook, twitter, etc, etc, etc., pero  lo que necesitamos desesperadamente es estar con otros, compartir experiencias vivenciales, presenciales, con otras personas.

Las herramientas virtuales paliaron la ausencia o limitación de contacto humano, no la reemplazaron. Queremos estar con gente. Aristóteles afirmaba que el hombre (y las mujeres…, todes) somos animales sociales por naturaleza. Nos conformamos como personas en contacto con otros.

En el proceso de aprendizaje, la información juega un rol, pero no el más importante, menos en los tiempos que corren. Información sobra, estamos atosigados de información. Lo importante es el desarrollo de un sentido crítico que interprete eficientemente esa información y la transforme en un ingrediente útil para lo que queremos hacer. Que esa información nos haga más capaces.  Ese proceso de desarrollo de criterio (o de capacidad) se desarrolla mejor, o por lo menos tiene potencialmente muchas más posibilidades en espacios donde una comunidad construya conocimiento (Freire). La duda,  discusión, el intercambio, la paciencia, la frustración, la empatía, el cuestionamiento, se producen comunitariamente y esta experiencia, por lo menos por ahora y sobre todo para sujetos todavía significativamente inmigrantes digitales, no es igualable por la tecnología.

Como muchos fenómenos, se produce un efecto pendular. Al principio, de un lado nos vamos al polo opuesto. De analógico pasamos a ultra digital, pero luego el sistema se equilibra en un punto intermedio, que integra ambos extremos en un punto menos radical.

Lo digital no se comerá todo y lo presencial deberá cambiar y adaptarse. Ya nada será como era y el futuro nos pone frente al desafío de encontrar el maridaje exacto entre herramientas que en todos los casos deben servir a la persona y no a la inversa.

Aquí no hablamos del concepto tecnología en su acepción etimológicamente pura, sino que nos permitimos una licencia simplificadora al polarizar las opciones tecnología y presencial, resumiendo las herramientas en esta doble opción que vemos en las empresas.

Los responsables de capacitación por lo general no profundizan tanto en los significados e interpretaciones. Optan entre dos alternativas: o compran cursos para subir a sus plataformas en la cuales los empleados pueden acceder a auto capacitarse (a esto llamamos la opción tecnología), o desarrollan programas de capacitación basados en encuentros presenciales (a esto llamamos la opción presencial). Claro que hay muchas otras alternativas integradoras de ambas, pero en la práctica, la cuestión suele simplificarse.

Ojo que si no hiciéramos esta aclaración, otra vez la comparación de uno u otro sería básicamente falsa, porque siempre aprendimos con tecnología (desde la tiza y el pizarrón!). El aprendizaje y la enseñanza siempre han implicado tecnologías, analógicas y/o digitales.

El tema hoy pasa por la economía del tiempo, por la aceleración y la ilusión del aprendizaje mágico tipo ciborg. Las tecnología digitales, electrónicas, distribuidas, conectivas, potencian la duda, la discusión, el intercambio y el cuestionamiento, pero profundizan (o quiebran)  la paciencia, la frustración y la empatía. Ambos procesos de aprendizaje y de enseñanza son comunitarios, pero lo que cambia es la forma , los modos de visibilizarlos y por supuesto la ilusión de que uno puede existir sin el otro.

Las preguntas que me hago al pensar esto son ¿cuál es el lugar que ocupa la capacitación dentro de las las prioridades estratégicas de la organización? ¿Es un órgano vital o un simple apéndice? ¿Hasta qué punto se le reconoce su importancia y quiénes son los elegidos para gestionar esta problemática?

Sólo en organizaciones en las que se reconozca que el desarrollo de las capacidades de las personas resulta vital para materializar la estrategia, para que las ideas se transformen en hechos concretos, perceptibles y valorables competitivamente, la capacitación estará en manos idóneas (y respaldadas) que tendrán la capacidad de lograr la alquimia justa en la elaboración de programas que integren los componentes necesarios para lograr los objetivos.

Para terminar

Nos despedimos con una cita del escritor alemán Georg Lichtenberg:

“En la actualidad, se procura en todas partes divulgar la sabiduría. Quién sabe si en unos cuantos siglos no habrá universidades destinadas a restablecer la antigua ignorancia”.

A partir de sus palabras, me permito versionarlo:

“En la actualidad, se procura en todas partes divulgar las herramientas tecnológicas. Quién sabe si en unos cuantos siglos no habrá universidades destinadas a restablecer la antigua humanidad”.

A partir del día 0 lo descubriremos (o tal vez ya lo estemos descubriendo).

Share on linkedin
LinkedIn
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
¿Querés Volver al Inicio?
Últimas Noticias