Diario Ámbito Financiero
Los años de mundial siempre nos empujan a buscar analogías entre el fútbol y otros ámbitos, en especial con nuestra selección y su particular configuración: un jugador de otra galaxia y 22 terrestres, buenos o muy buenos, según el gusto futbolero, pero terrestres al fin. Si esta característica se diera en otros equipos, por ejemplo, un equipo que trabaja para un proyecto en una organización o un equipo comercial, ¿cómo lo resolveríamos? A propósito de esto, y no por azar, agrego: se habla mucho de equipos comerciales, pero en general se promueve el individualismo y la competencia interna para que los vendedores no pierdan su «instinto de caza» que es supuestamente obligatorio. Pero quizás este sea un modelo pretérito para verlos, como si fueran vendedores de productos en lugar de asesores comerciales que ayudan a los clientes a tomar buenas decisiones, una discusión que merece ser reabierta.
Pero volvamos a Messi y el resto. ¿Es el sueño de todo seleccionador tener esta configuración de equipo o cambiaría tener un Messi por 5 o 6 jugadores no tan brillantes, pero sí muy buenos que se adapten a otras funciones o posiciones? ¿No nos obliga Messi a tener que jugar para él?… ¿Qué preferimos, tener un vendedor estrella que la rompa o tener un equipo más compacto, tal vez no tan rutilante en lo individual, pero sí efectivo y constante? Y cuando tenemos un Messi, obviamente no lo vamos a despreciar, al contrario. ¿Pero cómo lo hacemos jugar en equipo y que su habilidad individual se transforme en sinergia positiva y apoyo para todos?
Uno no elige muchas veces sus equipos, son lo que nos toca, con figuras o sin ellas, con estrellas o estrellados, la habilidad del líder es saber hacerlos jugar en equipo para que se potencien y se logren los objetivos propuestos. Va ahí el desafío.
