Las emociones, las ganas: cualidades que vencen a las máquinas

LA NACION
Por Roly Boussy

El World Economic Forum emitió este año el documento «Reporte del futuro del trabajo», donde pronostica que las horas de trabajo realizadas por humanos pasarán de ser 71% a ubicarse en 48% en 2025. Pero el mismo informe destaca dentro de los 10 roles emergentes para 2022 a los profesionales de ventas y marketing, así como a los especialistas en desarrollo organizacional.

Una duda profunda nos asalta y nos mortifica, tras leer ese destacado: ¿es posible que ese vendedor desganado, que responde con monosílabos, que charlotea con sus pares aunque el salón esté atiborrado, que cuenta los minutos para que termine la jornada laboral, que ruega que ningún potencial comprador entre a molestar, sea uno de los salvados en la revolución que se acerca? ¿Acaso ese mismo sujeto, santo obstáculo de cualquier mortal que pretende una experiencia de compra mínimamente satisfactoria, tiene un lugar asegurado en el futuro mundo del trabajo? No, de ninguna manera, no ese vendedor. En absoluto.

Zoe, la fuerza del espíritu

Quienes trabajamos hoy debemos asumir una realidad ineludible: las máquinas están entre nosotros. La cuestión pasa, entonces, por ver la clave de nuestra supervivencia laboral.

Empecemos por recordar que somos la integración de tres elementos: bios (cuerpo), psique (mente) y zoe (espíritu). De los tres, la tecnología ya nos superó en dos. Por un lado, psique ya mordió el polvo décadas atrás, pues las máquinas piensan cada vez mejor que nuestros cerebros. La computadora Deep Blue venció hace 21 años al campeón mundial Gary Kasparov en un desafío de ajedrez. Hoy, tras tanto progreso técnico, el número uno sería vapuleado.

A bios, el cuerpo, tampoco le fue mejor. La batería de nuestros celulares dura más que la nuestros músculos y la cpu de nuestras computadoras puede procesar datos las 24 horas. Pero nosotros, pobres humanos, necesitamos dormir, comer y tantos otros verbos. Pero nos queda Zoe. Es en este campo, el del espíritu, donde tenemos chances aún. Aquel vendedor sin alma y desganado, que apenas mal abastece la demanda, no tiene muchas posibilidades de llegar a pasado mañana. Pero el vendedor apasionado, que ama su trabajo y lo desarrolla con emoción, tiene altas chances. Porque vender es una experiencia de seducción y no puede ser exitosa si no es emocionante.

Yo capacito, tú emocionas

En este marco, ¿cuál es el rol de quienes nos dedicamos a capacitar personas en el mundo laboral? Primero, debemos asumir la liquidación de inventario: el modelo de transmisión de conocimientos, derivado del ámbito académico tradicional, ya no sirve. Hoy, capacitar es incrementar la capacidad de las personas para resolver la complejidad que las rodea. No memorizar información, ni repetir recetas, ni seguir un manual de entrevistas modelo.

En los cursos, los participantes suelen pedir herramientas. Pero no ven que la herramienta son ellos mismos. Tenemos el desafío de incrementar su efectividad logrando su mejor versión humana. Debemos crear espacios de transformación, deconstruir el modelo de trabajador industrial del pasado, para construir luego el sujeto del futuro. Y en esos espacios deben incluirse las emociones.

Como enunciaba el educador brasileño Paulo Freire: «Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción». Esto no significa que los componentes bio y psique sean irrelevantes, pero la diferencia, el elemento vital para la supervivencia va a ser lo emocional.

El autor es director de Grupo Boussy

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